Como dijo Aristóteles hace más de dos mil años, “educar la mente sin educar el corazón, no es educación”.
¿Por qué le pegaste a tu hermano si él no te ha hecho nada? Le pregunta enojada su mamá a Claudia. Ella entre confundida y avergonzada responde.. no sé, no quise hacerlo, pero algo me hizo que lo hiciera. Es la respuesta de una niña de cinco años que se dejó llevar por una emoción, sin comprender adecuadamente su manera de actuar. Y no podemos negar que a todos nos sucede que a veces actuamos de cierta forma y nos preguntamos.. pero que me pasó?, por qué reaccioné de esta forma con… y puedes ponerle el nombre que quieras, tu pareja, tu mamá, tu amiga o tu propio hijo. Las emociones a veces nos traicionan y no sabemos de dónde vinieron.
Según estudios, la Inteligencia Emocional es la capacidad para reconocer las emociones propias o ajenas y de aprender a responder de la mejor manera a las mismas. Al gestionar las emociones podremos adaptarnos y afrontar mejor sus fluctuaciones. Influye también la motivación para mejorar y la autoestima. Solo si entiendes los sentimientos podrás vivir en un mejor ambiente. Lo importante es aprender a responder de una manera adecuada, antes de reaccionar casi automáticamente ante cualquier escenario.
Vivimos en una época en la que se siente que el egoísmo, la violencia, la corrupción parecen ganar la partida a la bondad y solidaridad en nuestra sociedad, siendo un motivo mayor todavía, para valorar la importancia de la inteligencia emocional, ya que es el puente entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales. Se cree además que los valores como el respeto, justicia, responsabilidad, honestidad y libertad son los pilares que sostienen profundamente las capacidades emocionales.
Daniel Goleman clasifica la inteligencia emocional en dos tipos:
- La inteligencia personal. Está relacionada con nuestra capacidad de relacionarnos con nuestro interior. Está formada por la autoconciencia, es decir cómo entendemos nuestros puntos fuertes o débiles y las emociones que sentimos. Le acompañan la autorregulación, o sea la capacidad de regular nuestros impulsos o emociones y la automotivación, dicho de otra manera, la capacidad de mantener las ganas de alcanzar las metas propuestas.
- La inteligencia interpersonal. Depende de las relaciones que tienes con otras personas. Sus dos pilares son la empatía, es decir tu capacidad para entender las emociones de otras personas, y las habilidades sociales, en otras palabras, la forma en la que interactúas con los demás de forma asertiva.
La Inteligencia Emocional se enseña.
El autocontrol, el entusiasmo, la constancia, la capacidad de automotivarse que componen el conjunto de habilidades de lo que se conoce como Inteligencia Emocional, puede ser enseñada a los niños, ofreciéndoles de esta manera una oportunidad única de obtener el mejor rendimiento posible, aun sobre su coeficiente intelectual.
Desde que tu bebé nace comienza su aprendizaje de la Inteligencia Emocional. Sin saberlo ni darte cuenta de ello, le estas enseñando, mientras le abrigas con tu mirada, le sonríes no solamente con tu boca, sino también con tu corazón, cuando eres un eco de sus gorjeos, o te conviertes en su espejo al imitar sus gestos, sonrisas, sus ojos o su boquita abiertos de sorpresa, proporcionando así al chiquitín la reconfortante sensación de hallarse emocionalmente conectado contigo. La sintonización es algo muy distinto a la mera imitación.
De allí la importancia de descubrir e identificarte plenamente con esa personita que llegó a tu vida y la ha cambiado para siempre, permítele que entre en tu corazón, mientras emprendes la tarea maravillosa de conocer su particular manera de ser, marcada en gran manera por la herencia genética, además de la crianza y del ambiente que le rodea.
Conforme tu hijito crece aprenderá a darse cuenta si sus necesidades son satisfechas, percibida por tu rápida atención cuando llora, o si por el contrario a pesar de su llanto, que es la forma de expresar sus necesidades, no recibe tu atención, y se duerme extenuado a pesar del hambre, frío, o simplemente de su necesidad de cercanía. La manera como lo sostienes mientras le alimentas, le acurrucas en tus brazos, tus palabras de cariño, todo ello marcará un rumbo en su interior. Puede sentir también tus momentos de estrés, provocándole angustia o tristeza.
Comprendiendo las emociones
A medida que crece nos motivamos a enseñarle tantas cosas, los colores, las letras, los números, un nuevo idioma, toda clase de conocimientos muy necesarios, pero que resultan insuficientes si no ponemos el mismo empeño en que conozcan sus emociones, las comprendan y las gestionen. Esto ayudará al niño a desarrollar su capacidad para afrontar diferentes situaciones, además de establecer una comunicación efectiva y empática en sus relaciones con otras personas.
Las emociones propias del ser humano son universales; estos estados de ánimo que se caracterizan por pensamientos, sensaciones, reacciones fisiológicas como el llanto o la risa, y también por conductas que son individuales, pueden ser positivas cuando las asociamos al bienestar y negativas cuando se acompañan de molestia o incomodidad, no se las puede evitar, todas son necesarias y válidas, e influenciará en la conducta y en el pensamiento.
Nacemos con las emociones: alegría, tristeza, miedo, enojo, asco o aversión, sorpresa; y es a partir de esta clasificación básica que surgirán muchas otras como consecuencia de la socialización y el desarrollo de las capacidades cognitivas, como por ejemplo a partir del miedo, nacen sentimientos como el resentimiento, o la agresividad. Cada una de ellas es imprescindible, no son ni buenas ni malas, el asunto es aprender a manejarlas:
- Poner nombre a las emociones. Es importante enseñar las palabras adecuadas a tu hijo para expresar sus emociones, esto le ayuda a razonar sobre su experiencia y a comprender la de los demás. A medida que crece y madura podrá reconocer las diferencias entre estar triste o enojado, lo que le trae alegría o lo que le disgusta.
- Compartir nuestros sentimientos. Los estudios han descubierto que los niños aumentan su inteligencia emocional cuando compartimos nuestros sentimientos con ellos. Siempre de una manera sana y responsable, no como un medio de manipulación o presión.
- Sintoniza con sus sentimientos. No solo los bebés necesitan conectarse con sus padres para calmarse, los niños más grandes también lo requieren. Cuando te das cuenta que tu hijo esta fuera de sí, lo mejor que puedes hacer, luego de calmarte tú mismo, es sintonizar con sus sentimientos, que sienta que estás de su lado, aun si tienes que decirle que no, a algo que quiere.
- No reprimas sus emociones. ¡ Ya te he dicho que te calles ¡ No quiero oírte! Las palabras duras y groseras, el hacerle pasar vergüenza, al igual que los golpes o castigos lo único que consiguen es que el niño aprenda a reprimir sus emociones, a fomentar la rebeldía, a llenarse de una carga emocional negativa que puede explotar en cualquier momento. Aunque su forma de comportarse no haya sido la más adecuada, mediante tu empatía, el chiquillo entenderá que ciertas emociones a veces no le hacen sentir bien, pero descubrirá en ti, alguien que le escuche y le entienda, y que esos momentos difíciles, llegan y se van, ayudándole de esta manera a ser resiliente.
- Que tu amor sea el que guíe su comportamiento. Ayúdale a comprender sus reacciones y busca en su interior que las pudo causar, indícale que no es lo correcto comportarse de esa manera, pero que a pesar de ello tu amor es incondicional, y que no dependerá de los errores que pudiera cometer.
- La necesidad de límites. Golpear, insultar o maltratar a alguien más, no es lo correcto. Es el momento de desarrollar su empatía al hacerle comprender el dolor que puede causar a otra persona, motivándole a velar también por el bienestar de los otros. Una actitud positiva, el saber que tú tienes las riendas de la situación y que pones reglas, que actúas como un adulto, le proporcionan la seguridad de que puedes lidiar con su situación.
StoryBook tiene herramientas para que el niño conozca sus emociones, a través de cuentos como “ Hoy me visitó la tristeza”, “ Miedo ya no te tengo“. Además de técnicas de respiración y masajes que ayudan a segregar endorfinas reduciendo el estrés y la ansiedad.
Recuerda que como padres somos el modelo y el ejemplo a seguir, así que debemos ser los primeros en mejorar la gestión de las emociones y crecer en inteligencia emocional. Es una tarea que nos llevará toda la vida, por lo que no te descorazones si no lo logras a la primera, con paciencia y cariño lo conseguiremos. {{cta('1f826432-7139-4edd-ae1a-050d7a8a1cec')}}
Redactado por:
Daniela Vega es una mamá emprendedora que ha dejado una marca significativa en el mundo digital. Fundadora de Storybook: Bedtime Stories, la aplicación líder en más de 90 países, ha impactado positivamente a innumerables familias alrededor del mundo. Además de su éxito empresarial, Daniela ha construido una comunidad sólida de más de 12.000 madres en Facebook, donde se apoyan mutuamente y comparten experiencias.
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